AL ALBA
- Categoría: POESIA
- Publicado: Miércoles, 14 Junio 2017 17:41
- Escrito por Super User
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AL ALBA:
En el jardín de colores poblado
canta el ruiseñor con su alegre canto,
y la primavera de grana y verde
cubre este tu cuerpo para que tiente.
La armonía de la piel suave me viste.
Llega la noche con su triste manto,
solo se adivina el color del llanto;
del cielo negro que otra vez enviste.
En la nostalgia tus pasos ligeros
llegan a mi oído en una canción,
que repite como un eco el recuerdo.
Como un himno vuelve al alba tu son
triunfando de la muerte y del olvido,
hoy dos de nuevo para siempre unidos.
RELACIONES SEMÁNTICAS DEL POEMA <<AL ALBA>>:
El poema se titula <> y se trata de un soneto clásico con algunas variantes métricas en su primera estrofa que se compone de dos pareados (AABB). Es una alborada y una canción de bodas y a la misma vez incluye contenidos de las mayas que exaltaban el triunfo del amor en mayo. Transcribo una especie de alborada perteneciente a la tradición castellana:
Al alba venid, buen amigo,
al alba venid.
Amigo el que yo más quería,
venid al alba del día.
Amigo el que yo más amaba,
venid a la luz del alba.
Venid a la luz del día,
no traigáis compañía.
Venid a la luz del alba,
no traigáis gran compaña.
Aquí en vez de quejarse los amantes de su despedida al amanecer, en que temen ser descubiertos como en las albadas, el amante en este caso masculino se regocija con la llegada del día en que tiene lugar el encuentro con la amada. En la lírica tradicional castellana las alboradas describen, puestas en labios de una mujer, la espera del amado o el encuentro de los amantes al amanecer. Todas estas formas estróficas estaban elaboradas con los procedimientos la poesía primitiva: verso de arte menor, repeticiones, paralelismos, escasez de adjetivación y sencillez expresiva. Pertenecían a la poesía popular y fueron introducidas en la poesía de los cancioneros a partir del siglo XV gracias a los poetas cultos. A partir de aquí multitud de escritores, que bebieron en las fuentes tradicionales de la poesía, crearon con ellas nuevos ejemplos de poesía culta. Ejemplos de esto se dan a lo largo de toda la historia de la poesía escrita en mayúsculas. Por poner algún ejemplo didáctico de poetas que han bebido en fuentes tradicionales podemos recordar a Alberti o Lorca y más allá en el tiempo a santa Teresa y a san Juan de la Cruz. Pero existen muchos más y los poetas suelen conocer la tradición literaria, recordemos a Bécquer o traigamos a la memoria algunos de los poemas menos afortunados de Manuel Machado como <> o los más certeros <> de su hermano Antonio.
Aquí se usa para la alborada un metro culto, el soneto italiano que Boscán y sobre todo Garcilaso con su maestría adoptaron al castellano. Las variantes que introduzco en la métrica son leves, además, claro está ya a estas alturas de la poesía, que los esquemas métricos no son infranqueables. Multitud de poetas actuales han hecho hasta sonetos en verso libre aprovechando como estructura su contenido. Yo, aunque me baso en la rima más clásica algunas veces, también sigo creyendo que la poesía debe progresar y que los metros no están por cierto agotados, con los que hay se pueden crear otros nuevos y también se pueden, cuando sea el caso, modificar y hacerlos evolucionar para crear una historia de la métrica que siga teniendo vida en el tiempo. Ni todo se ha agotado en el mal llamado verso libre, ni tampoco ha de quedar fosilizado en unos esquemas imperturbables.
En el primer cuarteto de este poema se nos presenta un jardín en primavera en el que se encuentran los enamorados. Para apoyar esta idea de locus amoenus que es el jardín, más aún en primavera como aquí, aparece el color (En el jardín de colores poblado/ la primavera de grana y verde), el canto alegre de los pájaros (el ruiseñor con su alegre canto) y en el último verso la amada o el amado (cubre este tu cuerpo para que tiente). Notemos como se dan todas estas asociaciones semánticas con palabras de carácter positivo referidas al jardín y a la primavera, creando un marco idílico natural o locus amoenus. Tonto sería mencionar la larga tradición de este tópico que se ha usado tan frecuentemente desde los inicios de la poesía y en todas las literaturas, se hace prácticamente inabarcable, pues quizás que no exista un poeta que no lo haya utilizado.
El segundo cuarteto enlaza con el anterior a través de su primer verso (La armonía de la piel suave me viste). En la metáfora destaca a su vez el sustantivo armonía, que trasgrede las normas de la lengua común, pues armonía es sustantivo más bien referido a la música y no a la piel, que entra dentro del terreno del tacto y de la vista y que por supuesto no puede vestir a nadie; es así también una imagen sinestésica. Sirve así de nuevo para enlazar con el primer cuarteto, con el locus amoenus en donde se escucha el canto del ruiseñor. Los tres siguientes versos del segundo cuarteto muestran la despedida de los amantes al anochecer con efectos fúnebres (triste manto/ llanto/ cielo negro) a través de epítetos y modificaciones de carácter negativo.
El primer terceto, que nos cuenta la nostalgia del amante por la separación que supone la noche, enlaza a través del sustantivo canción de nuevo con ese marco idílico del jardín donde se escuchan el canto de los pájaros, canción, melodía... creando asociaciones semánticas de significado similar. De nuevo se repite este mismo campo sémico en el segundo terceto, himno, son. Si en el primer terceto se equiparaban a una canción los pasos ligeros de la amante, ahora su presencia es de nuevo un son, mucho más al final, donde un himno marca el encuentro de los amantes al alba y su unión definitiva. Un himno que triunfa de la muerte y del olvido y de las imágenes fúnebres que aparecían en el segundo cuarteto, referidas a la separación. Un himno nupcial.
Esta alborada me la sugirieron una serie de cuadros que yo había realizado en el que el tema era precisamente el locus amoenus. He puesto al principio una fotografía de uno de mis cuadros titulado, precisamente, Al alba.
De esta forma, recopilando lo hasta aquí dicho en torno a las relaciones semánticas que aparecen el poema, repetimos que tenemos una serie de elementos de carácter positivo referidos al encuentro de los amantes que se da en un jardín, en este caso locus amoenus. El jardín está simbolizado por el color de las flores (grana, verde) y la música (canto del ruiseñor), que va a unificar todo el poema refiriéndose a partir de aquí a la amada (pasos ligeros= canción/son e himno= vuelta de la amada al alba, unión, armonía). En contraposición, la ausencia de la amada al anochecer está modificada por elementos morfológicos de carácter negativo (llanto, negro, muerte) que se oponen al colorido del locus amoenus y a la alegría del encuentro y la convivencia con la amada. Finalmente, como si se tratara de una canción de bodas, los amantes se unen definitivamente.
Los versos del poema anterior forman parte de un soneto casi regular en endecasílabos, pero incluyo en este poemario una especie de albada en su origen en verso libre, aunque no en rima, otro ejemplo más de que la rima puede y debe seguir evolucionando, que quiero aquí también trascribir y comentar para que se puedan ver dos ejemplos dispares que versan sobre el amanecer, se trata de mi poema <>:
AMANECER EN LA URBE
Despierta el día entre el ruido del metro y de la vía,
noche que ha pasado una vez más
entre discos premiados y de alcohol los tragos.
La ciudad de nuevo se levanta olvidando un pasado
de mustias rosas y amores trasnochados.
Las damas duermen en sus lindas camas
el sueño de una noche de verano,
que acaba justo a las siete;
la hora del trabajo.
Ni Marlenne, ni Nadia te acompañan…
La calzada repleta de sedientas miradas,
de paisajes tristes color de asfalto,
del canto de sirenas desesperadas.
Es el amanecer de hielo en la urbe santa,
templo de sonrisas ya calcinadas,
de esperanzas rotas que la noche alimenta
y al salir el alba van y se quiebran.
Solo y escindido va el caminante
buscando aventuras entre sus calles,
mas de rudo cemento son los amores
que el viento y la escarcha siempre parten.
Solo y perdido va el caminante,
gabardina gris y triste traje.
Partidos y apremiantes restan los sueños,
en la lanza de la noche encaramados
y al nacer el sol todos los deseos,
heridos y atravesados, se quedaron,
en la punta de la pica, disecados.
Este poema se me ocurrió tras leer una albada de Jaime Gil de Biedma también de tinte contemporáneo, que en este caso trata de la despedida de los amantes al amanecer:
Albada
Despiértate. La cama está más fría
y las sábanas sucias en el suelo.
Por los montantes de la galería
llega el amanecer,
con su color de abrigo de entretiempo
y liga de mujer.
Despiértate pensando vagamente
que el portero de noche os ha llamado.
Y escucha en el silencio: sucediéndose
hacia lo lejos, se oyen enronquecer
los tranvías que llevan al trabajo.
Es el amanecer.
Irán amontonándose las flores
cortadas, en los puestos de las Ramblas,
y silbarán los pájaros -cabrones-
desde los plátanos, mientras que ven volver
la negra humanidad que va a la cama
después de amanecer.
Acuérdate del cuarto en que has dormido.
Entierra la cabeza en las almohadas,
sintiendo aún la irritación y el frío
que da el amanecer
junto al cuerpo que tanto nos gustaba
en la noche de ayer,
y piensa en que debieses levantarte.
Piensa en la casa todavía oscura
donde entrarás para cambiar de traje,
y en la oficina, con sueño que vencer,
y en muchas otras cosas que se anuncian
desde el amanecer.
Aunque a tu lado escuches el susurro
de otra respiración. Aunque tú busques
el poco de calor entre sus muslos
medio dormido, que empieza a estremecer.
Aunque el amor no deje de ser dulce
hecho al amanecer.
Junto al cuerpo que anoche me gustaba
tanto desnudo, déjame que encienda
la luz para besarte cara a cara,
en el amanecer.
Porque conozco el día que me espera,
y no por el placer.
Mi poema no trata aquí del encuentro de dos amantes, ni de su despedida sino del encuentro con la ciudad, del amanecer del sujeto poético en la urbe. En numerosas ocasiones he viajado por algunas grandes ciudades, sobre todo para asistir a acontecimientos culturales como conferencias y exposiciones de cuadros, para esto último suelo ir a Madrid varias veces al año. Digamos que este amanecer en la urbe es lo contrario de la alborada que se ha comentado (<>); aquí no se da ningún locus amoenus y la vida en la ciudad se viste de aspectos muy negativos. Es también el viejo tópico del menosprecio de la corte y la alabanza de la aldea el que está también detrás de estos poemas. En la ciudad ya no hay himno alguno, sino ruido (<>), el canto que se escucha es el de las sirenas de la policía:
Ni Marlene, ni Nadia te acompañan…
La calzada repleta de sedientas miradas,
de paisajes tristes color de asfalto,
del canto de sirenas desesperadas.
Nótese también la especie de dilogía que pone en relación el canto de las sirenas, seres imaginarios que hechizan a los hombres con su canto, con el de las sirenas de las ambulancias o la policía.
Este anti locus amoenus que es la ciudad muestra los aspectos contrarios a los del campo de flores que me sugirió el poema <> (mustias rosas, paisajes tristes color de asfalto, amanecer de hielo, rudo cemento)… Estos epítetos y adjetivos o modificaciones son de carácter negativo. Frente al día, en que se encuentran los amantes, aquí al alba ocurre todo lo contrario:
Es el amanecer de hielo en la urbe santa,
templo de sonrisas ya calcinadas,
de esperanzas rotas que la noche alimenta
y al salir el alba van y se quiebran.
Los amores se tornan inconsistentes en la gran ciudad: <<Mas de rudo cemento son los amores/que el viento y la escarcha siempre parten>>.
El caminante va a través de ella solo y escindido o solo y perdido y el colorido se vuelve gris: <<Solo y perdido va el caminante/gabardina gris y triste traje>>.
La vida amorosa suele ser nocturna y al llegar el alba los sueños mueren, en esto es similar a una albada:
Partidos y apremiantes restan los sueños,
en la lanza de la noche encaramados
y al nacer el sol todos los deseos,
heridos y atravesados, se quedaron,
en la punta de la pica, disecados.
Notemos la belleza de la metáfora final, la noche es una lanza que parte los sueños y al llegar el día quedan los deseos colgados de su punta, puestos a disecar, como en otros siglos se hacía con los criminales más notables de los que era común poner despojos de sus cuerpos prendidos de lanzas, en la misma entrada de la ciudad, para servir de escarmiento al resto de la población.
El tópico de la alabanza de la aldea se dio profusamente en la literatura española del siglo XVI y XVII y en toda la literatura moral. Se remonta a tópicos latinos como el Beatus ille y a obras como las Geórgicas de Virgilio. Lope y sus contemporáneos lo desarrollaron hasta hartar y de ahí se expandió para continuar a lo largo de los siglos. La variante más común de este tópico es la del menosprecio de la corte y la alabanza de la aldea, que da título a una obra de carácter moral de Fray Antonio de Guevara, publicada en Valladolid en 1539, y se extiende también en otras obras archiconocidas como El villano en su rincón de Lope de Vega, donde al final el villano termina de congraciarse con la corte, pues la figura todopoderosa del rey es siempre intocable en la literatura áurea, su poder viene dado por Dios y todos lo acatan con gusto de servirle.
Este mismo carácter negativo de la ciudad está también en obras emblemáticas de la literatura española contemporánea, recordemos Poeta en Nueva York de Federico García Lorca, donde la urbe se viste con sus tonos más sombríos.
Quiero aquí también hacer una matización sobre el quehacer poético que de sobra saben los estudiantes y críticos, pero como yo escribo para todo el mundo, sepa o no sepa, me gustaría decirles que el poema, como cualquier otra manifestación de la literatura, es un ente ficticio en el que el poeta es distinto del narrador y los personajes que crea, y aunque sin duda este poema tiene muchas cosas de mí, el narrador no soy yo verdaderamente, sino el que invento para cada poema.
He querido dar aquí esta corta explicación de estos poemas, en este caso, a través de las relaciones semánticas, porque, aunque cierto es que muchos tópicos como estos no dejan en muchas ocasiones de ser reales, su mundo es el de la literatura en el que se han formado verdaderamente. Los poetas los usamos, pero no olvidemos nunca que la literatura, aunque tenga base real, no deja de ser ficción. El poema es un ente de belleza capaz de sugerirnos, de darnos ideas, de identificarse con nuestro propio pathos personal, pero al final es solo arte e invención. Cuando más podamos identificarnos con el poema o cuando más nos guste leerlo sin cansarnos y pasemos las páginas sin notar demasiado la multitud de figuras, de tópicos, de trabajos rítmicos que hay escondidos tras él, mejor será el artista que hay detrás. Por otro lado, muchas veces, lo digo en este caso por algunas de mis obras, también a través de la ficción y de la imaginación se pueden decir grandes verdades, aunque el cuento sea inventado.