La Celestina ¿Fernando de Rojas?
- Categoría: ARTICULOS
- Publicado: Domingo, 09 Abril 2023 10:34
- Escrito por Super User
- Visto: 585
La Celestina ¿Fernando de Rojas?
En muchas ocasiones he leído La Celestina, pues es una obra obligada para cualquier estudioso de la Literatura o cualquier amante de las letras. Como Fernando de Rojas muy bien apunta en su <<prólogo>>, refiriéndose a la obra, la palabra del hombre sabio está siempre preñada de forma que:
“desta se puede decir que de muy hinchada y llena quiere rebentar, echando de sí tan crecidos ramos y hojas, que del menor pimpollo se sacaría harto fruto entre personas discretas.” (1)
Y es que La Celestina es un prodigio de arte verbal y narrativo, un clásico en toda la extensión del término. Pero volviendo de nuevo los ojos hacía las veces que he leído la obra, tengo que decir que siempre me ha producido la misma impresión con su lectura. A mi juicio, el estilo de la obra, marcadamente literario, fruto de un autor maduro y sabio, no por viejo, sino por bueno, poco tiene que ver con el estilo del <<Prólogo>>, o de las <<Octavas acrósticas>>, que señalan como autor a Fernando de Rojas. Sin ser el estilo de estas partes malo, poco tiene en común con el del genio literario, que debió engendrar la mayor parte del texto.
Muy a menudo se ha aludido a la condición de judío converso de Rojas, para explicar sus palabras en cuanto al hecho de que se encontró escrito el primer acto y decidió continuarlo. De hecho, familiares suyos tuvieron problemas con el Santo Oficio y fueron juzgados. No obstante, La Celestina, que apunta todas las maneras de lo que será el Renacimiento, en nada contradice los planteamientos medievales. En la Edad Media cualquier goce humano estaba condenado irremisiblemente al fracaso, más el goce sexual, cima de todos los pecados. En La Celestina todos los personajes que participaron en la unión, fruto de los amores clandestinos de Calisto y Melibea, mueren. Y los dos amantes también, por supuesto. En La Celestina se advierte de la enfermedad del amor, también de su herejía, entre otras muchas cosas, porque no sigue aquí el camino que marca la ortodoxia cristiana. Sin duda, en el tiempo en que fue leída la obra, pese a las divergencias entre los distintos lectores, que menciona Rojas en el prólogo, nada se sale del camino marcado por la iglesia, de sus advertencias y de la condena del goce carnal y de los pecados capitales. La obra, sin duda, fue entendida más en este sentido en su tiempo y Rojas cobró fama con ella siguiendo los postulados de la fe cristiana (2). El amor de Calisto y Melibea está desde el primer momento fuera de la ley moral, si ambos hubieran elegido casarse, o si Melibea hubiera conservado su virginidad hasta el altar, posiblemente no se daría la tragedia final y ni Calisto ni Melibea resultarían muertos; pero en este caso Rojas no demostraría su condición de cristiano sin paliativos:
“ Olvidemos los vicios que así nos prendieron,
no confiemos en vana esperanza;
temamos Aquel que espinas y lança,
açotes y clavos su sangre vertieron;
La su santa faz herida escupieron;
vinagre con hiel fue su potación;
a cada santo lado consintió un ladrón:
Nos lleve, le ruego, con los que creyeron.” (3)
En cualquier caso, la obra, sea o no de Rojas, fue recibida en su tiempo como se indica en las advertencias preliminares y finales, como una obra ejemplar y cristiana con el aliciente, y sin esto sin duda nunca hubiera triunfado del modo en que lo consiguió y creado tantas controversias, de que La Celestina es una magnífica obra de arte. Un prodigio de lenguaje, un prodigio de estructura, de creación de personajes, de arte dramático o mejor decir de Comedia Humanística. Y en este punto vuelvo a lo del principio, si La Celestina no fuera un prodigio de arte verbal, La Celestina no hubiera llegado nunca a la condición de clásico de la literatura, y el <<Prólogo>>, las <<Octavas acrósticas>>, y aun los añadidos a la obra original, no son ningún prodigio de arte verbal. Pueden ser intentos loables, mas el verdadero arte va siempre mucho más allá de las referencias eruditas, o de algún que otro acierto en las metáforas y comparaciones, o del uso profuso de amplificatio o la imitación. El verdadero arte es el texto íntegro de la La Celestina, donde la lengua, el discurrir del texto, a pesar de los años que han pesado, nos hace siempre leer la obra con el asombro de la primera vez.
Si Fernando de Rojas fue el autor de La Celestina, o encontró el primer acto y lo continuó, como él dice o si, como yo supongo, la obra original es fruto de otro autor con el que Rojas pudo entablar algún tipo de relación comercial o de otro tipo, es algo que puede ser que no sepamos nunca. Pero nos basta recordar el <<Llanto de Pleberio>> al final, u otros muchos fragmentos y diálogos, para por lo menos considerar, que la naturalidad con la que se expresa el autor de esa lengua sin tropiezos, inserta ya en el Renacimiento, elaboradora desde la literatura y para la literatura, que sabe hacer un uso magnífico de todos los registros, dista bastante de la prosa, mucho más torpe y arcaizante, mucho más medieval y altisonante del <<Prólogo>> o las <<Octavas>>. No todo el mundo es capaz de hacer una obra de arte, pero una persona formada culturalmente puede seguirla, hacer añadidos, insertar otros fragmentos dentro de ella, imitando su estilo, aunque en mi opinión, siempre existirá un abismo del creador como genio, al simple imitador, que ha de resultar a la fuerza más mediocre.
Quizás Fernando de Rojas fue el verdadero autor de La Celestina, pero puede ser que Fernando de Rojas fuera también un sabio impostor, que, sin saberlo nunca, se delató a sí mismo con sus palabras.
No quiere decir todo esto que no interviniera Rojas en la versión primigenia de la obra; algún que otro fragmento pudo sin duda insertar y sin duda lo hizo. Quizás Rojas encontró la obra prácticamente concluida, quizás el autor verdadero murió y por eso no se ha sabido nada nunca de él. En La Celestina, en palabras de Cervantes <<libro a mi parecer divino, si encubriera más lo humano>>, quizás la parte más humana o, mejor dicho, más vulgar de la obra se debe a Rojas. Hecho este que no le quita tampoco mérito a la redacción final, pues los añadidos y los actos intercalados son de Rojas verdaderamente, a él debemos parte del contrapunto cómico de la obra, en el que se insertan textos como el <<Tratado de Centurio>> o las intervenciones más extensas de Elicia y Areúsa. Es quizás este juego entre dos autores, con dos psicologías distintas, uno de los factores que contribuyen a dar todavía mayor complejidad a la obra.
La Celestina es hoy todavía un palimpsesto difícil de descifrar, lo que se debe a cada autor no se sabe exactamente, pero, a mi juicio, la intervención del primero es mucho más extensa de que lo que afirma Rojas cuando dice que se encontró escrito el primer acto y decidió continuarlo. Para mí partes esenciales de la obra como el antes mencionado <<Llanto de Pleberio>>, pertenecen por entero al primer autor. En mi opinión, y aunque la mano de Rojas se percibe en toda la obra, las diferencias esenciales de estilo en la obra no están entre el <<Acto primero>> y el resto de la obra, sino entre la Comedia y la Tragicomedia.
(1) Rojas, Fernando, La Celestina, Madrid, Castalia (col. Castalia didáctica), 2002 (p. 101).
(2) Lo aquí comentado no quiere tampoco decir que Fernando de Rojas no tuviera sus miedos y no tomara ciertas prevenciones, respecto a la Inquisición y al hecho de que él era judío converso y de que familiares suyos fueron juzgados; por esto, se afirma continuamente, tanto en las partes preliminares como en las finales, la adscripción del texto al catolicismo y se tilda a los judíos de falsos (p.487 de la misma edición a la que se refieren el resto las notas).
(3) Rojas, Fernando, La Celestina, Madrid, Castalia (col. Castalia didáctica), 2002 (p. 99).