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Tema de mar

imagen al alba

 

   El tema de mar en la literatura tiene hondas raíces. En la Odisea Ulises viaja a través de los mares hasta conseguir regresar por fin a Ítaca. El viaje de Ulises está lleno de peligros y pruebas de todo tipo, pero finalmente el héroe consigue volver a su patria donde Penélope aún lo espera. Sólo un héroe como Ulises, lleno de virtudes, puede sortear los peligros que le ofrece su viaje y vencer sobre la adversidad. Tras Homero son muchos los poetas que han tratado el tema del mar y lo tratan en la actualidad. No voy a hacer un recorrido exhaustivo por mis páginas pues resultarían interminables, solamente voy a mencionar varios autores de la literatura española que lo han tratado en la misma línea que yo y a poner un ejemplo de alguno de mis poemas. Cuando Jorge Manrique dijo aquello de “Nuestras vidas son los ríos/ que van a parar al mar que es el morir” estaba comparando la vida humana con un río que lleva un camino y que al final se anega en la mar donde desemboca y allí se pierde. Aquí la mar es la muerte de la vida, que aparecía asimilada al discurrir del cauce de un río. En este sentido está escrito el siguiente poema mío, referido en este caso al amor:

El olvido*

 

Tierra de nada y olvido

como en la muerte, florece el vacío.

Arena y desierto, retama y boja,

y en el terreno las malas hierbas

cubren de musgo tu piel morena.

Sombra encendida de viejos sueños,

pedazos rotos de algún te quiero.

Pasan los días, las noches corren…

y con los tiempos se vuelve todo

de cal y arena blanca y sedienta,

de gris ceniza que se consume,

de barro rojo que arrastra el río.

Hasta la mar fluye corriente

y allí en la mar muere y se pierde;

así el amor que nos tuvimos,

siguiendo el cauce perdió sus aguas,

y en el olvido de la mar toda

si un tiempo vivo, ya se evapora.

   La mar como la vida está llena de peligros y contratiempos; la vida es un viaje peligroso. Recordemos la mar airada de fray Luis y ese mundo lleno de peligros y acechanzas. Nosotros somos los marinos, nuestra barca puede también naufragar y de hecho, muchas veces naufraga debido a la poca pericia del marinero. <<Pobre barquita mía/ entre peñascos rota>>, como diría, Lope de Vega al hacer su poesía de corte más tradicional, que me ha inspirado en este poemario esta breve poesía amorosa también de corte popular:

El naufragio*

Navega el río corriente abajo

una barquita de tabla y vela,

y el río la arrastra en la tormenta

hasta el océano de azul turquesa.

Y en la mañana de sol y calma,

dos tablas rotas llegan a la orilla

de alguna costa que está perdida.

Mas el marino que en ella iba

entre las aguas quedó anegado,

como tu amor, su triste vida,

contra las rocas se había estrellado.

Será de nuevo como Ulises, un marinero experto, ducho en la vida y en los caminos, el que consiga hacerse con el éxito y arribar por fin a la isla mítica:

La isla de los ensueños*

 

Paisajes celestes de verde cielo,

sobre el mar reflejado el sol valiente,

cada noche las olas sobre las rocas

expresan al estrellarse fúnebres cantos.

Una nueva barca navega en las aguas,

perdida entre el canto de las sirenas…

El marino inexperto, sin rumbo cierto,

más busca la muerte, que los sabios caminos,

ocultos entre la espuma bajo un sol de fuego.

Extenuado y cansado va el marinero,

extasiado su oído entre dulces voces,

buscando la isla de los ensueños.

Allí, entre los árboles y plataneras,

hará su nido de ruiseñores,

que alegres cantan a la mañana

felicitando a la nueva aurora.

Y en ese canto precioso y raro,

como aquella extraña rosa,

que nació sin espinas,

de ramos tiernos y carmín encarnado,

el marinero alegre vive

entre sabrosos frutos,

de bellos árboles, silvestres todos,

que se alimentan de fuertes lluvias,

creciendo siempre

sin guía alguna.

El joven corazón es un torrente,

chorrea alegría viva y candente…

La mañana que llueve se regocija

de ver crecer sus tallos nunca sembrados.

Y en la isla eterna que da los sueños

vive su vida desenfadado…

Mas, ¡ay tierna espina nace en la rosa!

grande se hace y poderosa.

La carne tierna que prenderá,

sangre roja y hermosa derramará.

Así la vida se tuerce fácil

y de la isla de verdes hojas,

arriba el barco en un desierto

sin savia alguna para las plantas.

Solo el marino curtido al viento,

que trata siempre su rumbo cierto,

conoce escollos y grandes tormentos,

muere en la isla de los ensueños.

Pero la llegada a Ítaca no está en este poemario relacionada necesariamente con el éxito del amor y así enlaza este poemario con Buscando a Penélope que fue mi primera obra poética:

Ítaca*

 

Patria de Ulises, Ítaca,

a ti vuelven mis recuerdos trasnochados.

Sobre un mar de olas se mece tu imagen,

tan ingrávida y sola.

Este navío que conoce el camino

hacia ti se acerca;

mas pasaron los años

y tu imagen de ahora

no viene a mi memoria.

He perdido el recuerdo entre estelas de agua

y Grecia es un mundo, que pasó a la historia.

El amor y el desorden se enfrentan de nuevo;

siempre triunfa el orden

sobre el loco deseo.

Los amantes griegos sepultados quedaron

tras los siglos y el tiempo de nuevo enterrados.

No obstante, aquel marino, encuentra por fin un puerto seguro donde vivir feliz el resto de su vida:

                                                                              

El marino*

 

Bucea la noche entre tus brazos

en un mar de sueños repleto de peces,

de colores chillones como alegres payasos,

que despiertan la risa de inveterados niños.

Una sonrisa asoma al lucir el alba

en mis labios tristes y ajados,

como una nube de esperanza

que trae la lluvia a los campos yermos,

campos en que nunca florece la rosa,

la rosa azul de los sueños de un muchacho,

que pasó su vida de hombre con penas sin gloria.

Un tiempo de silencio y espera se abre

y al llegar la luna de nuevo los peces payaso,

las algas que serpean en los bajos de los acantilados,

de color verde, de verde esmeralda

que adornan mis sienes,

como si de pronto sobre ellas asentaran laureles,

laureles que cantan al nuevo amor que llega

con torpes poemas y hermosas canciones,

que siembran de alegría el triste páramo.

La luna lunera, repleta y redonda, sonríe a los lejos

y asoma su faz por un balcón de azulejos;

Sus vistas, que antes daban directamente al desierto,

muestran un prado, de rosas rosas,

de rojos claveles y orquídeas salvajes,

de grandes pinos y tiernos almendros,

tallados de flores blancas y hermosas.

Y cuando de nuevo nace el sol de siempre

las gotas de rocío refrescan las flores,

que ofrecen su belleza e intensos olores.

De nuevo un día bonito y cálido,

de nuevo una noche que muere en tus brazos.

La vida trascurre esta vez en el mundo

por un caminito que va serpenteando,

y llega casi sin notarlo hasta un cielo divino,

que colma los sueños que no se realizaron.

Es el jardín eterno donde habitan delicias

que nunca se logran y siempre se ansían,

los besos de fuego, y el verde azulado

de una mar buena y en calma;

un mar de bellas sirenas para un marinero

ciego de tempestades, de olas gigantes,

de lluvia torrencial y de escarpadas rocas.

Aquí desembarcó por fin el marino

y fue su vida tranquila y suave

bajo este cielo azul turquesa,

en que la noche ofrece frescos racimos

de uvas tiernas, rosadas y sabrosas.

*Todos los poemas aquí trascritos pertenecen a mi poemario Carpe Diem y otros poemas.

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